Los daños ambientales le cuestan al país más que hacer la guerra, revela análisis del Banco Mundial
La degradación del medio ambiente les representa a los colombianos 7 billones de pesos anuales, que equivalen al 3,7 por ciento del Producto Interno Bruto (PIB).En otras palabras, el daño ecológico resulta más oneroso que mantener en funcionamiento el aparato de guerra del Estado, tarea que este año requirió 5,4 billones de pesos (presupuesto de las Fuerzas Militares). Esa cifra, calculada por el Banco Mundial a partir de las estadísticas disponibles en el 2004, es fruto de un análisis llevado a cabo durante los últimos dos años, que tuvo en cuenta buena parte de la información ambiental que se ha publicado sobre Colombia. El voluminoso documento, titulado Country Environmental Analysis (análisis ambiental del país) y aún no disponible en español, pretende apoyar al Gobierno en el cumplimiento de los Objetivos de Desarrollo del Milenio, definidos por la ONU. Según los investigadores del Banco Mundial, los deficientes servicios de abastecimiento de agua, saneamiento e higiene constituyen el problema ambiental más costoso para la economía nacional: poco más del 1 por ciento del PIB. "Aproximadamente el 9 por ciento de la población carece de acceso a una fuente de agua mejorada (tratada) y la falta de alcantarillado en el 20 por ciento de los centros urbanos constituye un grave problema", subrayan. Solventar estas carencias, agregan, permitiría ahorrar 25.000 pesos por cada caso de enfermedad diarreica prevenido, y 136 millones por cada muerte evitada en las zonas rurales. La contaminación atmosférica, incluida la que se produce dentro de los hogares por usar carbón, leña y otros combustibles sólidos, tiene un impacto económico de las mismas proporciones. En cuanto al costo en vidas, se habla de 6.000 muertes anuales por esta causa y de 1.100 fallecimientos prematuros por contaminación domiciliaria. "La contaminación causada por el transporte y la industria ha llegado a niveles críticos en los corredores Bogotá-Soacha, Cali-Yumbo, Medellín-Valle de Aburrá, (así como en los de) Barranquilla y Sogamoso (Boyacá)", destaca el análisis. De acuerdo con el Ministerio de Ambiente, refiere el Banco Mundial, las zonas donde la salud se ve más comprometida por esta causa son Kennedy, Puente Aranda y Fontibón, en Bogotá. La concentración de micropartículas en la capital del país es ligeramente inferior a las de Santiago de Chile y Ciudad de México, pero superior a las de ciudades con niveles de producción y transporte más altos, como Sao Paulo, Los Ángeles y Tokio. El tercer factor ambiental que mayores costos genera es el de los desastres naturales, que ocurren con una frecuencia promedio de tres por año, la tercera más alta de los 19 países de la región. "Se calcula que entre 1993 y el 2000 más de cuatro millones de colombianos se vieron afectados por estos fenómenos -principalmente inundaciones y derrumbes-, cuyo costo anual fue de aproximadamente 453 millones de dólares (más de un billón de pesos). El saldo de estos desastres fue de 30 mil muertos. La población más pobre ha pagado los costos más elevados en cuanto a patrimonio perdido y muertes", concluye el documento. El análisis se ocupa finalmente de la erosión y la deforestación, a las que atribuye un impacto cercano al 0,8 por ciento del PIB. Aun cuando celebra los "impresionantes resultados" en conservación de la biodiversidad y reforestación, concluye que las cuantiosas inversiones del Estado en estos campos producen pocos efectos en el control de la erosión. Para el Banco Mundial, el impacto de la degradación ambiental es tan grande que requiere un cambio de prioridades en el gasto público. El documento cita como ejemplo que el 60 por ciento de la inversiones hechas por las corporaciones autónomas regionales entre 1994 y el 2005 (unos 2.000 millones de dólares) se orientó primordialmente a los recursos hídricos y forestales. "El análisis de los gastos ambientales muestra que se podrían alinear con las prioridades de la población de menores ingresos, o a problemas más urgentes", concluye el estudio. BERNARDO BEJARANO G. REDACTOR DE EL TIEMPO