ARRAIGADO A LA TRADICIÓN
El magangueleño nato, ése que creció bañándose en El Chorro, un peligroso sector del majestuoso Río Magdalena, que comiendo fritos en la carreta de Ana Santís forjó su mocedad y que tomaba guarapo fermentado de piña – de los que vendía el Songo Zorongo- viendo jugar al Vampiro Alarcón en el destartalado estadio Diego de Carvajal, es por naturaleza tradicionalista
Quizás por tales razones Mario Antonio Villegas García, el hijo de la finada Carmen García, quien vendía arepa frita con anís en grano todas las mañanas por las calles del barrio Olaya Herrera, y que peleaba de acera a acera cuando le vituperaban a su amado Junior de Barranquilla, es muy apegado a su natal Magangué y a sus tradiciones.
Todos los 2 de febrero, fecha en que se conmemora la fiesta de la Virgen de La Candelaria patrona de este puerto, Toño, vestido piquetero y perfumado hasta los dientes, asiste con fervor a la misa de once o misa mayor. Bailador empedernido, puesto que creció escuchando a Pedro Laza y sus Pelayeros en un viejo tocadiscos de propiedad de su fallecido padre Mario Villegas, asistía junto con sus hermanos: Alberto, Chepa, Olga y Beatriz, la mayor del clan, a cuanta caseta hacían en el barrio y que por lo general terminaba en chambrana, y ellos inmiscuidos en el barullo
No cambia a su terruño por nada en el mundo, y en muchas ocasiones perdió la oportunidad de irse a laborar a otra ciudad, por no dejar a la tierra que lo vio crecer.
Amante de la buena salsa y la cerveza, era cliente efectivo durante los fines de semana de los desaparecidos bares, Maquina Borracha y El Punto Cubano. Boy Scout, pintor de brocha gorda y ayudante de albañilería han sido sus oficios más destacados durante sus cincuenta y tres almanaques bien vividos, y que ha repartido entre profesarle amor a su tierra y al glorioso Junior de Barranquilla, pasión que heredó de Goya, como también era conocida su finada mamá
Hoy, con la misma euforia innata en él hacia lo tradicional de nuestra región, con el mismo fervor hacia la virgen morena y al equipo ñero, y siendo parte de los equipos de rodillones que organiza El Gallina para representar al barrio Olaya en los campeonatos de futbol categoría veteranos que se llevan a cabo en Magangué, el popular Toño sigue campante y sonante para largo rato, evocando las riñas que se originaban por el juego del trompo, que se adquiría en la carpintería de los Lambraños, las tardes de bola de trapo en la calle del hipódromo y las recordadas fiestas novembrinas, donde disfrazado de vaquero con unas simuladas patillas pintadas con carbón – al estilo de las Vivancos- , iba al teatro Carrmencita acompañado de su novia, a bailar al son de Los Pelayeros