Naturaleza amiga, no represiva
Sigue el rollo por la remoción de los mangles en la orilla oeste del Caño de Bazurto con motivo del dragado que hace Edurbe, por lo que es la ocasión para un debate acerca del equilibrio requerido entre el bienestar del medio ambiente y el del hombre, que están interrelacionados de manera inextricable. Sabemos que si el hombre destruye a la naturaleza, se destruirá a sí mismo. Pero el fundamentalismo que intenta imponerse en torno a los manglares ha hecho que los ciudadanos razonables se conviertan en enemigos de esta especie vegetal costera indispensable y ubicua, en vez de sus protectores. Un buen ejemplo de la convivencia entre hombre y manglar es el Paseo Peatonal del Pie de La Popa, que contó con la oposición de algunos ambientalistas, y en donde los ciudadanos disfrutan de esa y otras especies vegetales, como debería ser en todas partes. Los manglares no están en peligro de extinción en Cartagena. Son agresivos y exitosos para colonizar áreas nuevas, y para repoblar las más próximas a los mangles saludables, como en el Caño de Bazurto, que desaparecía por cuenta del avance del manglar. La restitución de la profundidad del caño es indispensable para el flujo de agua entre los demás caños y lagunas, para los manglares que viven allí y para la navegabilidad de los cuerpos de agua internos, como hemos dicho varias veces aquí. Este periódico publicó anteayer que el EPA “determinará el posible daño ambiental causado en este sector de mangles, pues considera que...se intervino el material vegetal que no era necesario afectar, deterioró el paisajismo, y de paso la fauna del lugar”. Es cierto que hubo destrucción de nidos de aves acuáticas, y es muy lamentable; y quizá removieron más mangle del necesario. Pero el EPA debería preguntarle a los ciudadanos que habitan esa orilla del Caño de Bazurto si piensan que el paisajismo fue afectado, o si creen que ganaron vista sobre el agua, privilegio que debería tener toda la ciudadanía en las orillas de los cuerpos de agua de Cartagena. También se dijo del EPA que “...su directora, Ruth Lenes Padilla, manifiesta que de acuerdo con la zonificación de áreas de manglar contemplada en la Resolución 721 de 2002, la Ciénaga de Las Quintas está amparada como zona de preservación”. Esto es cierto y conveniente, pero también demuestra que así como la política es demasiado importante para dejársela a los políticos, el ambiente es demasiado importante para dejárselo sólo a los ambientalistas. La comunidad debería involucrarse en la formulación de las leyes que lo rigen para poder convivir con la naturaleza, en vez de ser excluida de ésta. No es posible permitir que el manglar tape las murallas, por ejemplo, por cuenta de un reglamento hecho por “especialistas”, porque la ciudadanía no se percató bien del alcance de lo que hacían, ni que no se puedan hacer aperturas en el manglar de la Laguna de El Cabrero, quizá con muelles, para que los ciudadanos puedan disfrutar de la vista de ese cuerpo de agua que hace pocos años no tenía un solo manglar en sus orillas. Protejamos mucho a la naturaleza, pero sin prohibiciones tan exageradas que impidan que el hombre la pueda disfrutar.