LAS PESTILENTES MEDIAS DE DEVANNI
La práctica del deporte de la bola de trapo, híbrido del fútbol y el micro fútbol cuyo origen fue en Curramba, ciudad donde todo lo inventan. Tuvo gran preponderancia en Magangué. Sobre todo en la calle 16 A o calle del "Hipódromo". Su amplitud y superficie, plana y arenosa, ofrecían las condiciones requeridas para realizar esta actividad deportiva que por muchos años predominó en ése populoso sector de la "Ciudad de los Rios"
Jocosas anécdotas se tejieron alrededor de los enardecidos picaditos que a diario realizábamos en esa calle a partir de las 4 Pm, y cuyo horario variaba los fines de semana. Cuando el profesor Cristo Moreno, artífice del bololó, sacaba desde las 9 Am unos rudimentarios arcos de madera, cuya malla eran unos sacos de fique que conseguía en los patios de la desaparecida Arrocera Bolívar.
El arrume del mamotreto en el pretil de su casa, era el santo y seña para que fuésemos llegando en manada, desde diferentes rincones de la bella villa de Don Diego de Carvajal
Un domingo novembrino del año 80, enguyabados por el tema del carnaval, iniciamos la jarana tipo 11 y media de la mañana. El sol era de burro y la humedad fustigaba en el ambiente. La línea de los veteranos, encabezada por el Vampiro Alarcón y Mecho López, enfrentaba a la de Mario Carabela y Ripio Comas, donde El Kene despuntaba por su finta y mágica zurda.
A mi me habían zafado de ese team, del que regularmente hacía parte, y opté por organizar mi equipo con Rafael y Armando Anaya, Kamilor Ricaurte, Hernán Rodríguez y Devanni Parra, quien a pesar de tener nombre de futbolista argentino y ser zurdo neto, era más malo que el arroz chombo.
Ajustados al reglamento de que el equipo que perdiera salía, dos pepas del Ripio dieron al traste con la continuidad del equipo de los veteranos, dando chance a que mi remendada escuadra entrara en disputa del siguiente juego.
Acomodados en la mitad de la calle, solo esperabamos a Devanni, que a última hora entró a su casa por unas medidas gruesas de listas verticales azules, similares a las que en una ocasión utilizó el equipo Los Millonarios.
En menos de lo que se persigna un loco, retornó al terreno de juego el mandadero, en ése entonces, del reconocido abogado Pedro Luis Villalobos. Y una tremenda algarabía retumbó al unísono por parte de los ahí presentes, al verlo atabiado con las mugrosas medidas que le cubrían hasta las rodilla. No tanto causó estupor la apariencia de la prenda deportiva tejida en algodón, cuyo color blanco se tornó hueso por la mugre, sino la pestilencia a pequeca que a medida que comenzó a sudar, se expandió desde la esquina de la residencia del Dr. Miguel Blanco, hasta los predios de Blanca Romero, plena calle de la Media Luna
Ni el olor a zurrón de las medias de Devanni logró amainar el ímpetu de nuestro equipo rival, que en par avances nos mandó a comer hilo, como diria Esteban Díaz, el popular Piriyí.
Pero la piedra de haber perdido tan rápido, quedó relegada ante la risa que nos generó el bochornoso episodio de las pestilentes medias de Devanni.