COMO ALMA QUE LLEVA EL DIABLO

 Por Wilberto Peñarredonda      

Toda esa camada de jóvenes que nacieron a finales de los cincuenta y cuya adolescencia fue testigo de los grandes cambios sociales y culturales sucitados entre la década de los sesenta y principios de los setenta, percibieron en su personalidad la influencia de esta tendencia y la pusieron de presente en su manera de expresarse, vestirse o manifestarse culturalmente.
José Bustamante y Vidal Nemes Prins, un par de muchachos nacidos en el barrio Olaya de la ciudad de Magangué, no fueron ajenos a estas circunstancias y desde que el vello facial comenzó a despuntar en sus rostros, se vieron atraídos por el movimiento baladistas que surgió con mucho auge en esa época.
En sus corrinches por las polvorientas calles del barrio, conocieron a un cachaco carpintero que tenía su taller frente a la casa del finado Rafael Del Castillo. El extrovertido cundiboyaco todas las tardes, después de sus labores cotidianas, se dedicaba a cantar acompañado de una vieja guitarra ocañera que éste había restaurado.
Los jovenzuelos atraídos por la música, sobre todo José que no lo recogía del suelo puesto que su primo Perencho era fans de Camilo Sexto y se la pasaba con varios Lp del reconocido cantante español debajo del sobaco, empezaron a frecuentar el lugar y terminaron siendo participes de las vespertinas jornadas de canto.Tanta fue la encarretada, que José optó por comprarle la guitarra al carpintero, quién le enseñó  las  notas básicas para la ejecución del instrumento.
El sombrío y elevado pretil de Victoria Campo, QEPD, fue el escenario de sus primeros ensayos y cada vez que los escuchaba tararear canciones románticas, amablemente les brindaba guarapo.
Un cancionero Corazón adquirido en la desaparecida Cacharreria y Papelería La Nueva de Lucho Benavidez, fue suficiente para que se aprendieran temas pegajosos de artistas como Yaco Monti, Leo Dan, Sandro, Pablus Gallinazo, Sabú, Roberto Carlos y Leonardo Fabio, el preferido de Vidal.
Montado el plante, decidieron brindar serenatas a módico precio. En su debut y despedida, fueron contratados por un corronchón que vivía cerca y que estaba enamorado de una hija de la vieja Fidadelfia, inquilina de la residencia propiedad de Jaime Gil,  ubicada más exactamente frente al Fátima Olaya.
Se llegó la noche del compromiso y luciendo sus mejores pintas, ambos con camisas cuellonas de Jersey, pantalones acampanados, zapatos superaltos y peinados estilo cocacolos, el de José similar a un mango de chupa mascado de puerco. Se parqueraon con el novio, pasada las doce de la noche, frente 
al inmueble.
Una bocanada de cigarros Nevado con pastillas Penetro para aclarar la voz, fue el preludio para entonar "Ella ya me Olvidó" con el que abrían la tanda de tres canciones, pero no había transcurrido la primera estrofa, cuando del interior de la casa
se escuchó el chasquido sobre el piso, similar al de una mica de peltre. El coro disonante de José, no permitió que los incautos visitantes de media noche se percataran de lo acaecido, y cuando vieron fue a la mamá de la novia en bata de dormir floreada y carrusos, jondearle una bacenillada de miao fermentado, sobre la humanidad del dueto.
Raudos con las cabezas ensopadas del amoniacal líquido, salieron bajando la calle de Enrique Castillo, como alma que lleva el diablo