¿ERES DE ÉSTE, O DE LA OTRA?

La calle 16A o Calle del Hipódromo, como popularmente se conoce, durante la década de los setenta y ochenta  fue epicentro de jocosas anécdotas que en ella se suscitaron y que quedaron revoloteando en la mente de quienes tuvimos el privilegio de vivir por los alrededores de ése álgido sector.
Los protagonistas de estas travesuras revestidas de picardía y sano humor, fueron toda esa camada de jóvenes que nacidos entre las décadas de los cincuenta y sesenta en el seno de las familias asentadas en ése vecindario, forjaron su niñez y adolescencia, deambulando entre las postrimerías de la Avenida Cariti y la Clínica La Magdalena de propiedad del finado Dr.Luis Padrón.
Tiendas como la del viejo Graciliano, Yeya, La de Elvia Amell, El Ventorrillo de Marceliano Arrieta Benítez -el papá de Marcelianito-, La chaza de golosinas y cigarros de la señora Digna Lozano, la Tienda La Trampa del finado Catalino Rodríguez, la Tienda de Perencho y la de la señora Chica, mamá de los Meza Amell, sufrieron los rigores de toda la patota, que ya forjados como jóvenes, formaban su perorata en los sitios antes mencionados.
Los pioneros de esta recocha fueron Orlando Vivero, José Raúl López, Gustavo y David Alarcón, Álvaro Pérez, Holman Lobo, Robinson Pérez y el Ñato Retamoza, entre otros. Dando paso, con el correr de los años, al relevo generacional representado en los hermanos Berrio, Gilberto, Nanchy y Ricardo. Los Gutiérrez, encabezados por Henry, Nidia y Álvaro. Los Arrieta, los Barcha Corsi, las hijas del finado Catalino, Charo Parra, Gerardo López, Yadira Alarcón, Kike Padrón, Nidia de Fex, Irma Larios, Chave Lara, Hugo y Maruja Cure, Hugo Atencia, Asis Raad y los Caraballos. A quienes se le adicionaron el bonche del centro, conformado por los Corcionee, Melo Payares, Orlando Cure, Samuel Blanco y Euclides Blanco, los cuales eran reconocidos, hasta la fecha, como EL COMBO DE LA 16.
Dentro del sinnúmero de historias escenificadas en la Calle del Hipódromo y con ocasión al festejo del Halloween, se me viene a la mente la del fantasma que aparecía a media noche en el callejón que había entre el rancho de los Viveros y la casa de los Alarcón. Donde en medio de las guaudas que delimitaban los predios, emergía una delgada figura cubierta en una manta blanca en tela gloria, similar a la que usaba el viejo Zarco en su famosa peluquería, emitiendo un siniestro sonido generado por el batuqueo de la lengua con los labios. El sainete del espectro sembró el terror por varios meses, al punto de que las hermanas Ramírez Gómez  en compañía de la señora Yamile Cure, Emma Lamar y la señora Carmen Amelia -mama de los Arrieta - habían determinado buscar al padre Fidoló para que exorcizara  el lugar. Pero no fue necesario tal requerimiento, ya que una madrugada de febrero, vísperas de la fiesta de La Candelaria, cuando Juan Vivero, que vivía precisamente en una de las casas donde salía el aparato, se disponía a salir ataviado de un costal donde llevaba la porra de empalmar hecha en guayacán, a entechar una media agua en el sector de Arrancatronco en compañía de Félix Campo, Rogelio y Chalalelo.  Súbitamente le salió el fantasma. Juancho, perturbado por los nervios, pese a estar chispoleto por unos guacharacazos de vino de palmita que se había empalmado para afrontar la faena laboral, solo se le ocurrió decirle a la espectral imagen: "¿Eres de éste, o de la otra?" al tiempo que certeramente le jondiaba el costal en la zona pectoral del bulto blanco. Un quejumbroso chillido, acompañado de la expresión "¡Ayyyyyyy mi madreeeeee! Fue suficiente, para descubrir que Ignacio Alvis, conocido popularmente como Patillita y pariente de su agresor, era el famoso fantasma que azotaba la calle del Hipódromo.

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