Cartagena ante la sinergia de las amenazas costeras

 

11 Nov 2025 

Por Álvaro Viloria Romero *

Cartagena de Indias encarna de forma ejemplar la intersección crítica entre procesos naturales y presiones antrópicas en el Caribe colombiano. La ciudad enfrenta una convergencia de amenazas ambientales: contaminación, sobreexplotación, cambio climático, mareas y mar de leva, que interactúan de manera sinérgica y agravan su vulnerabilidad socioecológica.

Más allá de los daños visibles de las inundaciones costeras o del oleaje extremo, se configuran procesos crónicos de erosión, pérdida de hábitats, degradación del agua y marginación social.

Contexto geográfico y social
Cartagena es un sistema costero altamente complejo: combina una bahía semicerrada, la Ciénaga de la Virgen, múltiples caños urbanos y un frente oceánico abierto al mar Caribe. Esta configuración, junto con la influencia del Canal del Dique, determina un espacio de gran sensibilidad a los cambios en la salinidad, la sedimentación y la calidad del agua.

En el ámbito social, la expansión urbana desordenada, la especulación inmobiliaria y la desigualdad estructural han empujado a miles de personas hacia zonas ambientalmente frágiles: bordes de caños, laderas inestables y márgenes de la ciénaga.

Estas comunidades, con infraestructura precaria y carencias en servicios básicos, están en la primera línea de la crisis ambiental y climática, enfrentando tanto inundaciones como contaminación crónica.

Importancia ecológica y cultural
La Bahía de Cartagena, la Ciénaga de la Virgen, los manglares, los arrecifes y los pastos marinos conforman un mosaico de ecosistemas interdependientes de enorme valor ecológico.

Los manglares y praderas submarinas funcionan como viveros de peces y barreras naturales frente a tormentas; los arrecifes coralinos amortiguan el oleaje y albergan una biodiversidad esencial para la cadena trófica marina.

Culturalmente, estos sistemas sostienen modos de vida tradicionales, como la pesca artesanal y la recolección de moluscos, fundamentales para la identidad de comunidades como La Boquilla, Bocachica o Tierra Baja.

Su degradación implica no solo la pérdida de biodiversidad, sino también un empobrecimiento cultural y simbólico que erosiona el tejido social cartagenero.

Problemas sociales y económicos
La crisis ambiental de Cartagena tiene repercusiones directas en los sectores productivos y en la equidad social:

Colapso de la pesca artesanal: Los contaminantes provenientes de descargas industriales, aguas residuales y del Canal del Dique, que arrastra sedimentos y metales pesados desde la cuenca del Magdalena, deterioran los ecosistemas marinos y reducen las capturas. La sobrepesca y el uso de técnicas destructivas agravan el problema, minando la seguridad alimentaria y los ingresos familiares.

Turismo degradado: La contaminación visual y orgánica de las playas, el blanqueamiento de corales y la reducción de playas por erosión costera afectan gravemente el atractivo turístico. Esto repercute en la economía local, especialmente sobre trabajadores informales y microempresarios que dependen de la temporada alta.

Injusticia ambiental: Las cargas de contaminación y riesgo recaen desproporcionadamente sobre los sectores más pobres, quienes viven junto a caños contaminados y carecen de sistemas de alcantarillado o drenaje. Se trata de una expresión clara de desigualdad ambiental: los costos ecológicos del “progreso” recaen sobre quienes menos se benefician de él.

Problemas medioambientales
Los impactos ambientales se manifiestan en una red de interacciones que combinan procesos locales y globales:

Contaminación química y orgánica: La Bahía de Cartagena presenta altos niveles de nutrientes, metales pesados e hidrocarburos, producto de vertimientos industriales y domésticos. La eutrofización y la hipoxia reducen la biodiversidad acuática y provocan la muerte de peces.

Pérdida y fragmentación de hábitats: El mar de leva y el aumento del nivel del mar erosionan playas, destruyen zonas intermareales y comprometen los refugios de aves y peces. La deforestación de manglares y la extracción de arena agravan la vulnerabilidad del litoral.

Sedimentación y turbidez: Las descargas del Canal del Dique modifican los gradientes de salinidad y aumentan la turbidez, afectando los pastos marinos y la fotosíntesis de organismos acuáticos. La pérdida de claridad en el agua altera la productividad primaria y la estructura trófica.

Eventos episódicos de sargazo y toxinas: Los arribazones masivos generan hipoxia, liberan gases tóxicos y afectan tanto al turismo como a la fauna marina. Su descomposición agrava la contaminación orgánica costera.

Sinergia con el cambio climático: El aumento de la temperatura y la acidificación oceánica intensifican el blanqueamiento coralino y reducen la capacidad de defensa natural de la costa. Al mismo tiempo, el ascenso del nivel del mar permite la intrusión salina en acuíferos y manglares, alterando su funcionalidad ecológica.

Soluciones y medidas de resiliencia
La mitigación de estos impactos exige una transformación estructural, que combine ciencia, política pública y acción comunitaria.

Entre las medidas prioritarias se destacan:
Control de la contaminación en la fuente: Construcción y modernización de plantas de tratamiento de aguas residuales que cubran toda la cuenca del Canal del Dique y la ciudad, incluyendo asentamientos informales.
Implementación de sistemas de economía circular y separación en la fuente, integrando a recicladores y organizaciones comunitarias.
Gestión integrada de cuencas y costas: Reconfigurar la gestión del Canal del Dique para reducir el aporte de sedimentos y contaminantes. Promover prácticas agroecológicas en la cuenca del Magdalena y restaurar corredores ecológicos conectando manglares, caños y ciénagas.
Restauración de ecosistemas costeros: Programas comunitarios de restauración de manglares, pastos marinos y dunas como barreras naturales frente al mar de leva. Uso de soluciones basadas en la naturaleza antes que infraestructura rígida.
Monitoreo y alerta temprana: Establecer un observatorio ambiental permanente que integre datos oceanográficos, climáticos y sociales.

Sistemas de alerta participativos para oleajes, sargazo e inundaciones, combinando ciencia y saber local.
Resiliencia socioeconómica: Fondos de apoyo para pescadores y microempresarios afectados por eventos extremos. Diversificación de ingresos mediante acuicultura sostenible, ecoturismo y servicios ambientales.
Gobernanza y justicia ambiental: Aplicación efectiva de la normativa ambiental contra vertimientos industriales.
Participación vinculante de comunidades locales en la planificación costera, reconociendo sus saberes tradicionales y su derecho al territorio.

Ciudad resiliente
La crisis ambiental de Cartagena no es el resultado de un solo fenómeno, sino de la interacción entre contaminación, cambio climático y desigualdad social. Los episodios de mar de leva, las mareas altas y la degradación de los ecosistemas son síntomas de un modelo urbano y económico insostenible.

Enfrentar esta sinergia de amenazas exige una visión de largo plazo que combine restauración ecológica, equidad social y gobernanza participativa.

La resiliencia de Cartagena no dependerá únicamente de la fortificación de sus malecones, sino de su capacidad para reconciliar el desarrollo con la integridad ecológica, proteger la biodiversidad y dignificar la vida de quienes habitan su costa.

Solo así La Heroica podrá honrar su historia y asegurar un futuro habitable frente a los desafíos del Siglo XXI.

Gerente de Proyectos de Enterritorio SA y exgerente de Aguas de Bolívar SA-ESP; Ingeniero civil, especialista en Análisis y Gestión Ambiental, Gerencia Pública, Consultoría Ambiental y Gerencia de Proyectos de Construcción.

Las opiniones expresadas por el autor de esta columna no reflejan necesariamente las de la institución donde trabaja.


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