EL CAMISÓN DE CÉSAR

 
Por Wilberto Peñarredonda      


Si el bullying hace 43 años hubiese sido un tema tan delicado como en la actualidad, yo creo que gran parte de los alumnos de sexto grado de bachillerato, hoy undécimo, de la promoción 1982 del Instituto Técnico Cultural Diocesano de Magangué, no nos hubiéramos graduado ese año, debido a la sanción que por la reiterada práctica de éste delicado flagelo, nos habría impuesto Pablo Tovar Bernal, rector de la época.
Parece que el viejo refrán que reza: "Dios los creo y el diablo los unió" encajó a la perfección en el selecto grupo de más de una veintena de alumnos, que bajo la coordinación de Hilda de Cuello como directora de grupo, protagonizamos una serie de travesuras propias de la etapa escolar y en la que resalta por lo peculiar, la ocasión en que  recibimos al profesor de Filosofía Gustavo Domínguez, con un monumental dibujo de una peinilla de pacorita del tamaño del pizarrón de esas que usaba El Kene en la pretina del pantalón, a manera de mensaje subliminal. Puesto que éste, por mantener la imagen de marxista leninista adquirida en la benemérita Universidad del Atlántico donde se graduó, andaba con los pelos revueltos
- parafraseando a mi tía Alicia - como mango e' chupa mascado por puerco.
Y es que el ambiente y tensión reinante en el salón, era teso. Ingresar a él había que meditarlo varias veces, ya que era jodón sostener la mirada esculcante y burlona de Pipe Barcha, Kike Araújo, Cesar Ponce, Alcibiades Lunes, Los Tajanelis; Fariel y Francis Díaz, par hermanos de la promisoria población de Tacaloa, que a todo le sacaban punta con la característica changonguería propia de su estirpe pueblerina, y a los que se les sumaban Tomás Lorenzo Fernández de Pinto Magdalena, Iván Salcedo y Luis Dávila de Buenavista Sucre, Salvador Hernández que era la tapa en marrullería. Sin descartar el vacile efectivo propio de la calle del Hipódromo, impuesto por Gustavo Arrieta, Jorge Larios y mi persona, quienes toda la vida vivimos por ese álgido sector. En otro flanco estaba Ricardo Hernández, el propio Petroachelli, que junto a Luis Salgado del temido Barrio San Martín, eran los prísticos del combo, acompañados de Salomón Abuabara, el seminarista del clan. Se excluían de estos bololó, por su timidez y recato, a  Mijhail Anaya y el finado Pablo Jiménez. Y a gran parte de nuestras compañeras de salón. a
Aunque Lily Lozano, Merletty Duarte, Ligia González, Nubia Fankugen y Levinia Rodríguez rompieran, en ocasiones, el esquema de paciguedad.
Lo más paradójico del asunto es que César Ponce, uno de los cabecillas de la mamadera de gallo y a quien apodábamos el care e' tuza por su palidez, sufrió en carne propia el sainete percibido en el aula, cuando por cuestiones de moda y farfollería, se le dió por presentarse a clases con un look ministerial, rompiendo el habitual esquema de ropa informal.
El hoy médico y empresario guarandero radicado en Barranquilla, jamás olvidará la guachafita que le formamos cuando una mañana de abril cruzó la puerta del salón, con una almidonada camisa color cielo manga larga y de cuello de cura en tono blanco, que le apretaba el guarguero de la carganta. Apenas lo campanéo Pipe Barcha a través de sus gruesas gafas, soltó la risotada precedida de la frase: "Nojodaaaaa, reapareció el Padre Fidoló"
Santo remedio, el achante del care e' tuza fue total y el sonrojo en su  pálido rostro durante el resto del día, fueron el preludio para que César no llevara más nunca su CAMISÓN DE cuello de cura.

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