LA ESTUZADA DEL SIGLO
Cronista, México DF
Aún no recuerdo claramente, de quién fue la puta idea de ir al desaparecido Teatro Habib, la sala de los grandes éxitos cinematográficos, para ver en jornada matinal, dizque Las Aventuras del Pájaro Loco del famoso caricaturista Walter Lantz.
Era un domingo soleado, y ante la falta de la tradicional jornada de bola e' trapo, que se desarrollaba religiosamente todos los fines de semana en la calle del Hipódromo, la patota de Babillones del Pretil de Don Marce decidimos arrancar a la meca del celuloide magangueleño, propiedad del finado Teofilo Habib.
En fila india encabezada por el Rocha, que emitiendo sonidos similares a una sirena y luciendo un mocherete caqui estilo militar con unas botas de seguridad que había traído de Cerromatoso, en su fugaz paso por la multinacional carbonera. Salimos de la esquina de la casa de la familia Arrieta Salcedo al filo de las dos en punto de la tarde, previendo que la gala comenzaba a las dos y media.
Mario Caravelini, con los bolsillos aturrugados con más de una docena de panelitas compradas donde Kike Castillo, Perencho ataviado de camisa verde biche en jersey que molestaba con el reflejo del sol, Edi el Gavilán, con una descomunal pequeca enquistada en unos zapatos panam de hoyitos. Además del Kene, Ripio, Basi, Capulina, El Chinche Mono, Hueso e' Rabo, el Ojo Rojo y Yo, sin descontar a Chingolo, que se unió a la patota portando un frasco de mantequilla rancia que traían del Carmen de Bolívar, y más de una veintena de bollos limpios que le había fiado al viejo Catalino Rodríguez, propietario de la Tienda La Trampa. Seguíamos disciplinadamente al hijo de la vieja Cristi en el recorrido hasta el teatro.
A la altura de La Casa del Bracero y siendo las dos y diez minutos de la tarde, hora corroborada en un jopo reloj de pulso que tenía Capulina y que por su tamaño parecía contador de luz. Venía saliendo de los predios de Olaya, la finada Ana Santiz con su rudimentaria carreta atiborrada de frituras, con dirección al puerto de las chalupas donde diariamente vendía. Nosotros con paso acelerado y tremenda algarabía, dejamos atrás a la octogenaria vendedora.
Tipo dos y quince, compramos en el ventorrillo del Hospital La Fiebre, un paquete de Fortuna para reventar cigarro en medio de la trama de la película.
Faltando cinco minutos para comenzar la película y mientras que el Gavilán compraba las boletas, bajo una tremenda empujadera en la fila de la taquilla, apareció el finado Jairo Manjarrez, quién se unió al bonche. Ya adentro, nos ubicamos en la primera fila, en todo el frente de la inmensa pantalla, para recibir con plenitud la brisa que generaban unos abanicos toletudos parecidos a los que llevan los hidrodeslizadores.
Comiendo bollo limpio, ya viejos, babosos y con olor a jopo, embadurnados con mantequilla La Vaquita, comenzó la premier que estaba dividida en tres mini capítulos de diez minutos cada uno. La risotada estridente de Perencho retumbaba en el recinto, al tiempo que Rocha con la fente lucia y dando bocanadas de alquitrán, se concentraba en la trama de El Gallo Cláudio y Kike El Gavilán. Edy, lo primero que hizo al sentarse en la butaca, fue quitarse los zapatos y embelesado en el comic, se frotaba el barrito adherido al dedo gordo del pie, desatando en gran escala el olor a pezuña que constantemente mantenía. Al final, en medio de un reguero de hojas de bollos, el frasco de mantequilla rodando por el piso como carretel y un sinumero de colillas regadas en las empolvadas alfombras, terminó el tercero y último mini capítulo del Pájaro del penacho rojo.
A la salida, y encandilados por el sol caliente de esa tarde dominical, apenas iban a hacer las tres. Alcanzamos a volver a ver a la finada Ana, que con su andar lento, hamaqueado y quejumbroso, pasaba frente al Teatro llevando a rastra la pesada carreta de fritos.
Con base en ése hecho, nos dimos cuenta lo que había durado la película, y sacamos como conclusion, de la ESTUZADA DEL SIGLO, que nos habían sampado.

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