Sistema Canal del Dique – Bahía de Cartagena – Archipiélagos: Una crisis socioecológica interconectada
07 Sep 2025

Por Álvaro Viloria Romero *
La unidad indivisible de un ecosistema fracturado
El Canal del Dique, la Bahía de Cartagena y los archipiélagos de Islas del Rosario y San Bernardo han sido históricamente estudiados y gestionados como entidades separadas.
Sin embargo, desde una perspectiva ecosistémica y crítica, constituyen una unidad biogeográfica indivisible, un complejo sistema donde las dinámicas hidrológicas, ecológicas, sociales y económicas están profundamente interconectadas.
El Canal del Dique no es solo un afluente de la Bahía; es su principal arteria de suministro de sedimentos y, paradójicamente, su principal fuente de estrés ambiental.
Este artículo realiza un análisis profundo y crítico de esta triada, argumentando que la crisis que padece cada uno de sus componentes es síntoma de un mal mayor: la gestión fragmentada y antropocéntrica de un sistema socioecológico complejo.
Se analizarán los flujos de materia y energía que los unen, los impactos acumulativos de la contaminación y la sedimentación sobre la resiliencia de los corales y las comunidades, y se evaluará cómo la Alianza Público-Privada -APP – y las políticas existentes abordan, o ignoran, estas interconexiones críticas.
El sistema hidrológico y geomorfológico, un vínculo indisociable.
La relación entre el Canal y la Bahía es fundamentalmente geomorfológica.
Históricamente, el delta del Río Magdalena construyó la llanura costera donde se asienta Cartagena y los sedimentos formaron las bases sobre las que crecieron los arrecifes coralinos de los archipiélagos. La creación del Canal del Dique en el Siglo XVII alteró este equilibrio natural, convirtiéndose en el principal distributario del Magdalena hacia la Bahía.
Hoy, el Canal vierte anualmente millones de toneladas de sedimentos en la Bahía de Cartagena. Estos sedimentos, cargados de contaminantes, no se dispersan uniformemente.
Las corrientes marinas y los vientos alisios crean un patrón de circulación que a menudo dirige este flujo turbio hacia el sur y el oeste, directamente hacia los archipiélagos de Islas del Rosario y San Bernardo. Este proceso tiene dos impactos catastróficos:
- Bloqueo de la luz solar: los corales, base del ecosistema arrecifal, son organismos simbióticos que dependen de zooxantelas (algas) para realizar fotosíntesis. La alta turbidez del agua reduce drásticamente la penetración de la luz, generando un estrés fisiológico crónico en los corales. Esto se traduce en un menor crecimiento, una disminución en su capacidad reproductiva y un blanqueamiento progresivo, incluso sin un aumento de la temperatura del agua.
- Asfixia y alteración de los ecosistemas bentónicos: La sedimentación constante sella los sustratos duros, impidiendo el asentamiento de larvas de coral y sofocando a las colonias adultas. Además, altera la composición de las comunidades bentónicas, favoreciendo a especies oportunistas sobre las especializadas, lo que reduce la biodiversidad general del arrecife.
Este flujo de sedimentos actúa como un «telón de humedad» permanente que envuelve a los archipiélagos, degradando lentamente su capital natural y, por ende, la base misma de su economía: el turismo y la pesca.
La contaminación, un coctel tóxico con destino final en el Mar Caribe
El Canal del Dique funciona como el colector de los desechos de una vasta porción del norte de Colombia. Las aguas que descarga en la Bahía de Cartagena son un cóctel complejo de:
· Aguas residuales domésticas: Vertidas sin tratamiento por la mayoría de los municipios ribereños, aportan nutrientes (nitrógeno, fósforo) que generan eutroficación y proliferación de algas que compiten con los corales.
· Mercurio y metales pesados: Provenientes principalmente de la minería ilegal de oro en la cuenca del Magdalena. Estos metales son neurotóxicos, se bioacumulan en la cadena trófica y afectan a la fauna marina y, eventualmente, a los humanos que consumen pescado.
· Agroquímicos: Pesticidas y fertilizantes de los grandes proyectos agroindustriales (palma, arroz, banano) son arrastrados por la escorrentía. Muchos de estos compuestos son disruptores endocrinos para la vida marina.
· Contaminación industrial y portuaria: La Bahía de Cartagena recibe efluentes de la refinería, puertos, astilleros y numerosas industrias, creando un punto de contaminación adicional que se mezcla con la carga del Canal.
La Bahía, con una capacidad limitada de renovación de sus aguas, actúa como una gigantesca cámara de mezcla donde estos contaminantes se combinan, potenciando sus efectos tóxicos (efecto coctel).
Desde allí, las corrientes costeras transportan este coctel hacia los archipiélagos, donde los contaminantes se incorporan a los ecosistemas de manglar y arrecife, con efectos a largo plazo aún no totalmente cuantificados, pero indudablemente dañinos.
Impactos socioeconómicos en los archipiélagos, la paradoja de la escasez en la abundancia
Las comunidades de los archipiélagos, en su mayoría afrodescendientes y con economías tradicionalmente basadas en la pesca artesanal y un turismo de pequeña escala, se encuentran atrapadas en una paradoja devastadora. Habitan un entorno de una belleza y biodiversidad extraordinarias, pero su base de subsistencia se erosiona día a día por fuerzas externas que no controlan.
· Pesca en declive: La degradación de los arrecifes de coral y los pastos marinos implica la pérdida de hábitats críticos para la reproducción y crianza de numerosas especies de peces. Los pescadores locales reportan capturas cada vez menores, con viajes más largos y costosos para encontrar bancos de peces. La bioacumulación de mercurio también representa una amenaza silenciosa para la salud comunitaria y la comercialización de sus productos.
· Turismo bajo amenaza: El principal atractivo turístico de las islas son sus aguas cristalinas y sus arrecifes coralinos. El aumento de la turbidez y el blanqueamiento de los corales degradan directamente la experiencia del visitante. Si la tendencia continúa, el turismo de buceo y snorkel se verá severamente afectado, impactando a posadas nativas, guías, lancheros y toda la cadena de valor local.
· Vulnerabilidad climática acentuada: Los arrecifes de coral y los manglares son la primera línea de defensa contra la erosión costera y el aumento del nivel del mar. Un arrecife degradado es un arrecife quebradizo que ofrece menos protección. La pérdida de estos servicios ecosistémicos de regulación aumenta la vulnerabilidad de las comunidades insulares ante los fenómenos climáticos extremos, que serán más frecuentes e intensos con el cambio climático.
Análisis de las intervenciones, la APP y la mirada fragmentada
La APP del Canal del Dique, analizada en el artículo anterior, es una intervención necesaria pero insuficiente para abordar la crisis de este sistema interconectado. Un análisis crítico revela varias limitaciones en su enfoque:
- Enfoque ‘Tierra Adentro’: el diseño de la APP se centra predominantemente en los problemas dentro del cauce del canal y sus riberas inmediatas (dragado, compuertas, esclusas, PTARs locales). Su lógica de acción termina, en gran medida, en la desembocadura en la Bahía de Cartagena. No existe un componente robusto y financiado dentro del proyecto para monitorear, mitigar y remediar específicamente los impactos de sus descargas en la Bahía y, sobre todo, en los frágiles ecosistemas de los archipiélagos.
- Falta de articulación con la gestión marina: la APP opera bajo la órbita de Cormagdalena y la ANI, entidades de vocación fluvial y de infraestructura. No existe una articulación estructural ni una corresponsabilidad clara con las entidades responsables del medio marino, como la Dirección General Marítima (DIMAR), la Autoridad Nacional de Acuicultura y Pesca (AUNAP), o con los Parques Nacionales Naturales de Colombia, que administra el Parque Nacional Natural Corales del Rosario y de San Bernardo.
- El Problema de la escala: la APP puede lograr su objetivo de reducir la sedimentación en un 70%, lo que sería un éxito monumental. Sin embargo, incluso ese 30% restante que seguiría entrando a la Bahía representa un volumen colosal de sedimentos que continuaría ejerciendo presión sobre los arrecifes. La solución definitiva –la reforestación aguas arriba en toda la cuenca del Magdalena– trasciende por completo el mandato y las capacidades de la APP.
La protección de los archipiélagos requiere, por tanto, de políticas complementarias específicas que la APP no cubre: programas de restauración activa de corales (jardines de coral), el establecimiento de zonas de amortiguación marinas, el control estricto de las descargas directas en la Bahía, y la transición hacia un modelo de turismo verdaderamente sostenible y de bajo impacto en las islas.
Hacia una gobernanza sistémica, soluciones para un futuro resiliente
La protección del sistema Canal – Bahía – Archipiélagos exige un modelo de gobernanza tan interconectado como el propio ecosistema. Las soluciones deben ser multisectoriales y multiescalares:
- Creación de una autoridad de cuenca y costa: Se necesita un ente de gobernanza con autoridad real y presupuestal para coordinar a todas las instituciones involucradas (CARs, Cormagdalena, DIMAR, AUNAP, Parques Nacionales, alcaldías) en la gestión integral de esta unidad socioecológica. Debe basarse en la ciencia y tener representación comunitaria.
- Ampliación del monitoreo integral: Implementar un Sistema de Alerta Temprana que monitoree en tiempo real no solo los parámetros del canal (caudal, sedimentos), sino también la turbidez, la calidad del agua y la salud de los corales en puntos críticos de la Bahía y los archipiélagos. Esta data es crucial para tomar decisiones adaptativas.
- Impulso a soluciones basadas en la naturaleza (SbN):
· Aguas arriba: Reforestación masiva en la cuenca media del Magdalena para retener suelos.
· En la desembocadura: Restauración de humedales costeros y manglares que actúen como filtros verdes naturales, atrapando sedimentos y nutrientes antes de que lleguen a la Bahía.
· En los archipiélagos: Proyectos de restauración coralina a gran escala y la protección estricta de los manglares remanentes. - Fortalecimiento de la economía azul local: Empoderar a las comunidades isleñas para que sean guardianes de su territorio mediante:
· Pagos por servicios ambientales (PSA): Donde la industria turística de Cartagena compense a las comunidades por sus prácticas de conservación.
· Marca territorial: Crear una marca de origen para productos pesqueros y turísticos sostenibles provenientes de los archipiélagos.
· Ciencia ciudadana: Involucrar a pescadores y operadores turísticos en el monitoreo de la salud de los arrecifes.
La Lucha por el futuro del Caribe colombiano
La crisis del sistema Canal del Dique – Bahía de Cartagena – Archipiélagos de Islas del Rosario y San Bernardo es un microcosmos de los desafíos globales de la Antropoceno. Es una historia de interconexiones ignoradas, de externalidades ambientales no valoradas y de una gobernanza fragmentada que no logra ver el bosque (o el arrecife) por los árboles.
La APP del Canal del Dique es un paso monumental en la dirección correcta, pero es solo el primer paso de una maratón. Su éxito no debe medirse solo por la recuperación del cauce, sino por su capacidad para catalizar un cambio de paradigma en la gestión de todo el sistema.
El futuro de Cartagena, como ciudad costera resiliente, y el de las comunidades archipiélagas, como guardianes de una biodiversidad única, depende de nuestra capacidad para entender y actuar sobre estas conexiones críticas.
La lucha por salvar el Canal del Dique es, en esencia, la lucha por salvar a la Bahía de Cartagena y a los corales del Rosario y San Bernardo.
Es la lucha por un modelo de desarrollo que no sacrifique el capital natural en el altar del progreso a corto plazo, sino que lo reconozca como la base fundamental de su propia existencia y prosperidad a largo plazo.
* Gerente de Proyectos de Enterritorio SA y exgerente de Aguas de Bolívar SA-ESP; Ingeniero civil, especialista en Análisis y Gestión Ambiental, Gerencia Pública, Consultoría Ambiental y Gerencia de Proyectos de Construcción.
Las opiniones expresadas por el autor de esta columna no reflejan necesariamente las de la institución donde trabaja.
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