Restauración del Canal del Dique: desafíos sistémicos y la búsqueda de un modelo de gobernanza resiliente

Por Álvaro Viloria Romero *
La paradoja de la intervención
La puesta en marcha de la Alianza Público-Privada -APP – ‘Canal del Dique para la Restauración de los Ecosistemas Degradados’ representa el proyecto de infraestructura ambiental más ambicioso y costoso en la historia reciente de Colombia.
Con un valor que ronda los $3.25 billones (capex y opex), la APP es la respuesta institucional a décadas de degradación socio-ecológica acumulada. Sin embargo, lejos de ser una simple solución técnica, el proyecto encarna una paradoja fundamental: es una intervención de una escala y complejidad sin precedentes que debe operar en un contexto de extrema fragilidad institucional, desconfianza social histórica y presiones económicas contradictorias.
Este segundo artículo realiza un análisis crítico y profundo de la APP, desentrañando no solo sus componentes técnicos, sino también los formidables desafíos de gobernanza que enfrenta. Examina con lupa la crisis medioambiental multidimensional que debe mitigar y, finalmente, propone un marco de soluciones que trasciende la propia APP, argumentando que su éxito final dependerá de su capacidad para catalizar un cambio de paradigma en la gestión integral de la cuenca, basado en la justicia social y la resiliencia climática (leer ‘El Canal del Dique: Anatomía de una crisis socioambiental en el Caribe colombiano‘).
Entre la ingeniería de vanguardia y la realidad social
La APP, adjudicada en 2021, fue estructurada bajo un enfoque teóricamente integral, superando la mirada reduccionista del mero dragado.

Su diseño reconoce que la crisis es multifacética y, por tanto, su respuesta debe serlo también. Un análisis detallado de sus componentes revela esta ambición:
- Infraestructura gris de control (el enfoque tradicional mejorado): El núcleo de la intervención es la construcción de diques y compuertas de regulación en la entrada de Calamar. Esta obra de ingeniería avanzada busca resolver el problema de la sedimentación en su origen, regulando hidráulicamente el ingreso de hasta el 70% de los sedimentos que el Río Magdalena vierte anualmente en el canal. El diseño no pretende cerrar completamente el flujo, sino modularlo para permitir un caudal ecológico mínimo que mantenga la dinámica del sistema mientras se reduce la colmatación. Este componente es técnicamente sólido, pero su éxito depende de un mantenimiento perpetuo y de una operación basada en datos hidrológicos en tiempo real, algo que ha sido un punto débil histórico en la gestión de infraestructura pública en Colombia.
- Dragado ambiental (la remediación de pasivos): La APP incluye el dragado de millones de metros cúbicos de sedimentos. La innovación radica en el adjetivo «ambiental». Esto implica el uso de técnicas de dragado de cortina (como las dragas de cuchara o de succión con barrera de cortina) que minimizan la resuspensión de sedimentos contaminados con metales pesados (mercurio), agroquímicos y materia orgánica. El material extraído no puede ser dispuesto en cualquier lugar; requiere de celdas de confinamiento diseñadas geotécnicamente para evitar la lixiviación de contaminantes hacia los acuíferos. Este proceso es exponencialmente más costoso y lento que un dragado convencional, y su correcta ejecución es un termómetro de la seriedad ambiental del proyecto.
- Restauración ecosistémica activa (la infraestructura verde): Este es el componente más innovador y a largo plazo. No se trata solo de «no dañar», sino de regenerar. Incluye:
· Reconexión hidráulica de ciénagas: Mediante la excavación de canales y la remoción de terraplenes ilegales, se busca restablecer el pulso hidrológico natural entre el canal principal y más de 20 ciénagas laterales. Esto devuelve la vida a estos cuerpos de agua, recupera su capacidad de regulación y revive las pesquerías.
· Restauración de manglar: No basta con hincar plántulas. Requiere un enfoque de ecología del paisaje: restaurar la hidrología del suelo para que baje la salinidad, controlar especies invasoras y trabajar con comunidades en viveros locales para asegurar el uso de propágulos genéticamente adaptados. El manglar es la primera línea de defensa contra el cambio climático.
· Estabilización de riberas con bioingeniería: Uso de estructuras naturales (estacas vivas, geotextiles biodegradables) combinadas con vegetación nativa para controlar la erosión, en lugar de solo recurrir al enrocado. - El Componente social: el talón de Aquiles de la gobernanza: La APP incluye la construcción de Plantas de Tratamiento de Aguas Residuales (PTAR) y programas de desarrollo comunitario. Sin embargo, este componente ha demostrado ser el más desafiante. La licencia social no se obtiene con folletos, sino con una participación genuina. Las comunidades, articuladas a través de Consejos Comunitarios y organizaciones sociales, no se oponen a la restauración, sino a un modelo de implementación que perciben como impuesto y que repite viejos patrones de exclusión. Sus demandas son concretas:
· Participación en la cadena de valor: No quieren solo ser empleados como jornaleros. Exigen la formalización de empresas comunitarias para proveer servicios especializados (vigilancia, viveros, monitoreo).
· Compensaciones claras y oportunas: Por la afectación temporal a la pesca y la agricultura durante las obras.
· Garantías de no repetición: Asegurar que las obras no los desplazarán ni afectarán sus medios de vida tradicionales a largo plazo. Los bloqueos y protestas son, por tanto, un síntoma de una falla en el diseño inicial de la gobernanza multinivel del proyecto. La APP opera bajo una lógica contractual entre el Estado nacional y un privado, pero su éxito depende de una miríada de actores locales (alcaldías, corporaciones autónomas regionales, comunidades) que no son meros espectadores sino agentes esenciales.
Los problemas medioambientales: una crisis sistémica y acumulativa
La APP interviene en un sistema al borde del colapso, cuyos problemas están interconectados de forma compleja:
- Contaminación por fuentes diferidas y la fallida gobernanza: La contaminación no es un problema local del canal, sino un síntoma de la falla nacional en la gestión del agua. Las Plantas de Tratamiento (PTAR) propuestas en la APP son un paliativo necesario pero insuficiente. La carga de metales pesados (mercurio) proviene de la minería ilegal aguas arriba en el río Magdalena, un problema de seguridad nacional y ordenamiento territorial que trasciende por completo el alcance de la APP. Los plaguicidas y fertilizantes son arrastrados desde grandes extensiones de agroindustria. Esto evidencia que la APP, por sí sola, no puede «descontaminar» el canal. Su éxito en este aspecto depende de una política nacional articulada contra la minería criminal y por el tratamiento de aguas, de la cual la APP sería solo una pieza.
- Sedimentación: un problema geomorfológico de cuenca: Los 100 millones de toneladas anuales de sedimentos son el resultado de la deforestación acelerada en la cuenca media y alta del río Magdalena. La construcción de las compuertas en Calamar es una solución de «final de tubo». Mientras no se ataque la causa raíz –la pérdida de cobertura vegetal que retiene los suelos–, la APP estará condenada a una lucha eterna y costosa contra el sedimento. Esto requiere una Manejo Integrado de Cuencas (MIC) a escala nacional, con una autoridad con poder real para coordinar a todas las CARs, municipios y sectores productivos en un plan de reforestación y conservación de suelos. La APP carece de mandato y capacidad para esto.
- El cambio climático como multiplicador de amenazas: la APP se ejecuta en un escenario de cambio climático, lo que añade capas de incertidumbre y riesgo. El aumento del nivel del mar no es una proyección lejana, es una realidad que ya está salinizando acuíferos y suelos agrícolas en las zonas bajas. Las compuertas deberán operar no solo para regular sedimentos, sino también para impedir la intrusión salina, lo que es un balance hidráulico delicadísimo. La mayor intensidad de lluvias torrenciales aumentará la frecuencia de eventos de escorrentía extrema, desbordando la capacidad de diseño de la infraestructura y probando su resiliencia. La APP debe ser climáticamente inteligente, es decir, sus diseños deben incorporar escenarios climáticos futuros y tener capacidad adaptativa.

Soluciones y medidas de conservación: hacia un marco de gobernanza adaptativa
La supervivencia del Canal del Dique exige mirar más allá del horizonte de la APP. Se requiere un marco de acción política, técnica y social más amplio:
- Fortalecimiento de la gobernanza: La autoridad única del proyecto no debe residir solo en Cormagdalena y el consorcio. Se debe establecer una Mesa de Gobernanza del Canal del Dique con capacidad vinculante, integrada por: representantes del gobierno nacional, las gobernaciones de Bolívar, Atlántico y Sucre, los alcaldes ribereños, las CARs (Cardique, Carsucre, CRA), los Consejos Comunitarios, la academia y sociedades de ingeniería. Esta mesa debe supervisar la APP, resolver conflictos y planificar la fase «post-APP».
- Institucionalización del monitoreo científico independiente: Crear un Observatorio Ambiental y Social del Canal del Dique, administrado por un consorcio de universidades públicas, que genere data abierta, verifique los indicadores de la APP y evalúe de forma independiente su cumplimiento. Esto mitiga la asimetría de información y construye confianza.
- Transición hacia bioeconomías circulares: Más allá de proyectos productivos puntuales, se necesita una política de reordenamiento económico territorial. Esto implica:
· Pagos por servicios ambientales (PSA): Donde los usuarios aguas abajo (ej: sector turístico de Cartagena, industrias) compensen económicamente a las comunidades ribereñas por prácticas de conservación.
· Marca de Origen y Denominación de Origen: Para productos pesqueros y agrícolas sostenibles del Canal del Dique, accediendo a mercados de alto valor.
· Turismo Científico y Comunitario: Posicionar la zona como un destino para la observación de aves y el aprendizaje sobre restauración ecológica, gestionado por las comunidades. - Articulación con la Política Nacional de Cuencas: La APP debe ser el catalizador para revivir y fortalecer la Política Nacional para la Gestión Integral del Recurso Hídrico y el Plan de Ordenamiento de la Cuenca del Magdalena. El éxito de la APP debe medirse también por su capacidad para impulsar estas políticas macro.

La prueba definitiva
La APP del Canal del Dique es un experimento monumental y necesario. Su enfoque integral es técnicamente correcto y representa una evolución en el pensamiento sobre desarrollo en Colombia. Sin embargo, se desarrolla en el laboratorio más hostil posible: un territorio marcado por la desconfianza, la violencia histórica y una crisis ambiental sistémica.
El mayor riesgo del proyecto no es el sobrecosto o el retraso, sino que se ejecute de forma técnicamente impecable pero socialmente fracasada. Que se restauren los ecosistemas, pero se profundice la exclusión de las comunidades, perpetuando el modelo que originó la crisis. El verdadero éxito, por lo tanto, no se medirá en metros cúbicos dragados o hectáreas reforestadas, sino en la creación de un nuevo contrato socioecológico para el territorio.
La APP es la prueba definitiva de si Colombia puede, por fin, conciliar su imperativo de desarrollo con la justicia social y la sostenibilidad ambiental. Su resultado resonará mucho más allá de los 115.5 kilómetros del canal; sentará un precedente para cómo la nación aborda los conflictos socioambientales en el posconflicto y en la era del antropoceno.
El tiempo de las soluciones técnicas simples ha terminado. El futuro del Canal del Dique depende de nuestra capacidad para construir una gobernanza compleja, adaptativa y profundamente democrática. El tiempo apremia, y el mundo observa.
* Gerente de Proyectos de Enterritorio SA y exgerente de Aguas de Bolívar SA-ESP; Ingeniero civil, especialista en Análisis y Gestión Ambiental, Gerencia Pública, Consultoría Ambiental y Gerencia de Proyectos de Construcción.
Las opiniones expresadas por el autor de esta columna no reflejan necesariamente las de la institución donde trabaja.
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