¡ASÍ NO ES!

A Efren Méndez Bustamante, el popular Perencho, lo conocí desde hace tiempo cuando laboraba en compañía de mi primo Mario Carabela, en la panadería "Las Tres Luces" del viejo Loreto García. La cual estaba ubicada en la calle 19 del  barrio Olaya Herrera en Magangué.

La primera vez que yo vi a un Tucán, fue en el amplio y arborizado patio de esa casa donde funcionaba la panadería, e iba allá en compañía de Mario, quien me regalaba unas deliciosas mogollas que ahi fabricaban. En esa época, Perencho era un longilinio muchahacho en plena mocedad, amante de la música romántica y que se destacaba por la habilidad que tenía para lavar, junto con Carabela, las tártaras donde horneaban el pan.

No recuerdo bien, por qué razón la dupla de amigos dejó de laborar en ese negocio. Quizas, me imagino yo, por que lo cerraron, o tal vez los safaron  por rateros.

Ante la gran cantidad de mogollas que desaparecían constantemente como por arte de magía.

Perencho, siguiendo la senda del oficio de moldear la harina, se enroló como vendedor en la panadería "La Cabaña" del barrio Versalles. Y Mario, al haber establecido amistad con la Familia Blanco Porras, por intermedio de la Tía Alicia, entró como auxiliar de servicios generales  a la "Farmacia Blanca", de propiedad del destacado galeno Miguel Blanco Porras, QEPD.


A Efren en sus comienzos, la tarea como vendedor ambulante le pegó duro, ya que le tocaba recorrer con un pesado catabre en la cabeza y al que amortiguaba con una chinga color rojo. La  ruta Versalles, calle Padilla y el barrio Olaya. En un horario comprendido entre las cinco y casi siete de la noche, dependiendo del promedio de las ventas.

Todo su recorrido era tranquilo, pero cuando llegaba al sector de la residencia de Don Marceliano Arrieta, justamente frente a mi casa, se formaba la batahola.

Ahí,  y desde bien temprano, le teníamos preparado el comité de recepción, encabezado por Abelardo Gamarra Campo, alias Macarrón, Lucho Chapotin, los hermanos Álvaro y Jairo Arevalo Sánchez, Ripio y Basi Comas, el Rocha, edilberto el gavilán, Humbertico Del Castillo Campo, Julián De La Parra, Fernando Campo, Mañilo, Mario Carabela y Yo. Que haciendole una especie de calle de honor, esperábamos que pusiera el catabre sobre nuestro pretil para ofrecerle el pan a Tule Martínez  y  a mi tía. Instante que nosotros aprovechabamos para meter mano a diestra y siniestra y confundir en las cuentas al incautó vendedor. Que solamente se limitaba a decir, algo enojado: "¡Un momento, un momento. Así, no es la cosa!" mientras que un ramillete de piñitas, molletes, pan aliñado y panochas, brotaban sin cesar del inmenso canaston hecho en bejuco.

Ante tal situación, Perencho se vio en la necesidad de contratar como ayudante a José Muñoz, alias Cresu, quien era miembro del combo de nosotros. Y así, medio amainar, el berroche que se generaba.

Pero ni la apariencia de ogro del secretario, fue impedimento para que en un descuido del hijo de la señora Rosa Bustamante, éste saliera orondo,  catabre en la cabeza y por todo el vecindario, con un largo rabo hecho de una hoja de bollo limpio que hábilmente le colocó el gavilán, unida con un alambre, a la pretina de su pantalón.

Así transcurrió el tiempo y aunque la presencia del Cresu, sólo logró darle un parte de seguridad a Perencho, el revuluto en el pretil de mi casa, cada vez que se anunciaba su presencia, fue mayor. Y su expresión en voz lacónica de : ¡"Un momento, un momento. Así no es la cosa!", terminó convirtiéndose en un chiste para sus espontaneos asaltantes.