EL ONOMÁSTICO DE LA TABAQUITO

      Cronista, México DF

Pedro, al que apodábamos Garganta de Lata por su gran parecido físico con el personaje de la revista “Condorito”, había llegado a Magangué a visitar a su apreciado cuñado Rocha. Da la casualidad que para esa fecha, la patota del pretil de Don Marce estaba invitada a la celebración del cumpleaños de la “Tabaquito More”, suegra del Rocha. Y todos nosotros hacíamos innumerables esfuerzos para que la farra quedara a la altura del concebido festejo. Que se realizaría en casa de la septuagenaria señora, a la que por su complexión física. Alta, delgada y de tés morena, Nicanor Beltrán  bautizó la Tabaquito, en honor al famoso cigarrillo producido en Venezuela y de gran consumo en nuestro país. 
Armados de hueso manido, carne salada y todos los aperos requeridos para el sancocho, sin escatimar la bebida representada en par garrafones de Tres Esquinas e Hidalgo incluido. Partimos rumbo a los predios de Chupúndun, lugar de residencia de la cumplimentada. Basi y Ripio Comas, Mario Carabela, Perencho, Lucho Chapotín, Capulina, Nicanor Beltrán, Marcos Hernández, Jorge Campo dueño del Pick –Up que amenizaría el festín, Cresú, Kene, Mecho López, Garganta de Lata, Rocha y mi persona. Aterrizamos al lugar pasada las dos de la tarde. 
Acomodados en el patio de la humilde residencia, el cual estaba anegado por causa de las crecientes que aquejaban a nuestra ciudad en temporada de invierno, dimos rienda suelta al bololó. No sin antes entonar un desafinado happy birthday emanado de las gargantas de La Peo y La Cara de Toldo, hijas de la homenajeada.
Entre guarachas de Aníbal Velásquez, salsa del Gran Combo y vallenato clásico de los hermanos Zuleta y Diomedes Díaz, pasaron las horas. Acicaladas del fuerte ron de la heroica de quien El Cresu se apersonó. Y con la garrafa embutida debajo del sobaco, puso en práctica la temible Vuelta del Diablo, que consistía en no dejar de servir el trago, hasta que la garrafa no se acabara. Ante semejante reto, los asistentes al payandé fuimos perdiendo los cabales y en cuestión de minutos, lo que parecía una apacible reunión familiar, terminó en un pandemónium.
El primero en caer fue Garganta de Lata, el invitado especial. Cuya cara  huesuda se descompuso por efecto del licor y dando zancadas con sus largas piernas entre los asistentes - cigarro en boca- bailaba frenéticamente “El Turco Perro”. Al tiempo que sujetaba con la mano, el bolsillo de la camisa para evitar que se le saliera una peinilla y un espejito que celosamente guardaba. 
Mientras que la cumplimentada, cruzada de patas,  atizaba el fogón y meneaba el sancocho con un improvisado meneador hecho de mataratón. Jorge Campo, quizás el más sobrio, imploraba al orden, previniendo a que no le fueran a mojar la consola por causa del berroche acuático que ya comenzaba avizorarse, aprovechando la inundación que presentaba el sitio. Presagio que se cumplió a cabalidad, ya que al cabo de unos instantes. Marcos Hernández Díaz, cargado por Nicanor y Cresu, caía  de culo en las frías y pestilentes aguas adornadas de taruya. Sin prever, quienes lo jondearon, que debajo de éstas, había un burriguete de madera que sostenía una batea, la cual hizo blanco en las falsas costillas del hijo de la finada Isabel Díaz.   
Sólo la repartición de la comida, la mosquitera venida por el caer de la tarde y el quejumbroso transitar de Marcos, al que no le fue suficiente una untura de cebo de chivo con arará para amainar el porrazo.  Lograron apaciguar el frenesí generado por las sendas “Vueltas del Diablo” que Cresu puso en práctica.  
Al final, borrachos y enchumbados como marranos, retornamos a casa. Después de embarcar el pesado Pick-Up de Jorge en el destartalado Willy de Lucho Copita, que coincidencialmente pasaba por ese apartado sector. Y de dejar a Garganta de Lata en casa de Silvia, su esposa. En medio de una fenomenal murga que ésta le formó debido al estado deplorable en que se presentó, luego de disfrutar del inolvidable onomástico de la “Tabaquito More”