EL TANGANAZO

Por Wilberto Peñarredonda
      Cronista, México DF
José García Aguilera, el popular Garcy, locutor de vieja data y ex empleado de Telecom, era el animador oficial de Alfredo Gutiérrez Bital, cuando por allá en los años sesenta, al triple Rey Vallenato se le ocurrió montar una caseta llamada El Tanganazo. Con los instrumentos a cuestas y un entusiasmo desbordante, andaban por toda la extensa región del caribe colombiano presentando su jacarandoso show musical. Y en cada furtiva población donde llegaban, tenían una abrumadora acogida por sus habitantes, quienes no escatimaban gastos por ir a bailar al son de la música sabanera interpretada con gran destreza por el ñato de Palo Quemao.  
En cierta ocasión montaron el afamado show en la vecina población de Corozal Sucre, la tierra del diabolín, y el muchacho que atendía la cantina de la caseta se enfermó. Garcy, por ser de confianza, asumió el oficio de cantinero y la animación de esa noche quedó encomendada a Fulgencio Vélez Vélez, también locutor y que había trabajado con éste en la reconocida emisora Radio Sabanas de Sincelejo.
Bajo un esplendoroso panorama brindado por la luz de la luna llena que  caracteriza el mes de julio, y en el marco de las festividades religiosas de La Virgen del Carmen, se dio inicio al baile en la caseta El Tanganazo, que fue ubicada en plena plaza principal de la promisoria población sucreña.
El recinto armado con viejas láminas de zinc marca Apolo y claveteadas a unos horcones de higuereto, estaba a reventar. No cabía un alma y obvio, era de esperarse, ya que esa noche se estrenaban Los Corraleros de Majagual, encabezados por Alfredo “Folidor” Gutiérrez como agrupación estelar  y la estrepitosa Banda 19 de marzo de Laguneta Córdoba, del maestro Miguel Emiro Naranjo, haciendo de teloneros.
Con el transcurrir de las horas, la romería de entusiastas bailarines crecía como la hierba de coquito y el improvisado escenario fue insuficiente para albergar a tanta gente de la localidad y las venidas de poblaciones aledañas, acicaladas en cariaquito morado y pomadita La Reina. 
Mientras que Fulgencio, de sombrero vueltiao, camisa de laberintos color solferino y luciendo abarcas trespuntá, vociferaba animosamente cada intervención de La Papayera sobre la rudimentaria tarima hecha con cuatro tanques de doce lata, las cuales reposaban sobre unas pesadas tablas de madera tolú. Garcy, mandil terciado y una cachucha de Pintuco,  se batía como titán en la cantina, despachado cerveza Costeña y Ron Caña
Todo transcurría a las mil maravillas. El tanganazo fuleteado, el ron vendiéndose como pan caliente y el clima esplendido, sin el amago del tradicional huracán que siempre cae para esas fechas en la región.
Pasada la media noche y estando en el escenario Los Corraleros, a Fulgencio se le ocurrió decir a través de los micrófonos la frase de: “Los corozaleros no se las van con los sincelejanos” Ahí fue Troya. Una fenomenal gresca estalló en fracción de segundos. Las butacas y mezas que ornaban el sitio, volaban de un lado para el otro, como gallinazo revoloteando sobre mortecina. El reguero de botellas, ni hablar. Una de ellas, lanzada con la potencia que caracterizaba al pelotero Nolan Ryan, atestó sobre la cabeza de Eliseo Herrera, cantante de Los Corraleros, causándole una brecha de más de seis puntos de sutura. El mapolazo recibido por el Rey del Trabalenguas y los desmanes causados por la enardecida muchedumbre, dieron al traste con el baile. Que de no ser por la oportuna intervención de la policía, entre quienes se encontraba “Mátalas Cagando”, el saldo de víctimas hubiese sido alarmante   
Al final de cuentas la impertinencia de Fulgencio le salió cara, ya que le tocó pagar con trabajo, los daños materiales causados en la reyerta. Un verdadero tanganazo fue el debut como animador de casetas, comentaba días después, su entrañable amigo José García Aguilera cada vez que se acordaba de la jocosa anécdota de su colega y amigo