El Canal del Dique: Anatomía de una crisis socioambiental en el Caribe colombiano
24 Ago 2025

Por Álvaro Viloria Romero *
La historia del Canal del Dique es la de una paradoja fundacional: una obra creada para impulsar el desarrollo económico se ha convertido en el epicentro de una de las crisis socioambientales más complejas de la Colombia contemporánea.
Este brazo artificial del Río Magdalena, una cicatriz en el paisaje caribeño abierta por la ambición colonial, es hoy un espejo que refleja las profundas contradicciones del país entre la explotación de la naturaleza y la sostenibilidad, entre el abandono estatal y la resiliencia comunitaria.
Este artículo busca en diseccionar la anatomía multidimensional de esta crisis. Aborda el contexto geohistórico que moldeó el territorio, analiza la invaluable y frágil importancia ecológica y cultural del canal, y profundiza en los intrincados problemas sociales y económicos que constituyen la raíz humana del deterioro ambiental.
Comprender esta realidad en toda su complejidad es el prerrequisito fundamental para una intervención de restauración que aspire a ser efectiva y justa.
Contexto geográfico e histórico: La herencia de una intervención temprana
Geográficamente, el Canal del Dique es un accidente hidráulico de aproximadamente 118 kilómetros -con las lengüetas – que conecta el municipio de Calamar con la bahía de Cartagena, en el Departamento de Bolívar. Sin embargo, para entenderlo, debe verse no como una entidad aislada, sino como el desvío terminal de la cuenca baja del Río Magdalena, la más importante de Colombia. Su existencia alteró para siempre el régimen hidrológico natural de la Región, dirigiendo millones de toneladas de agua y sedimentos hacia un nuevo cauce.
Su origen se remonta al Siglo XVII, en el apogeo del Imperio Español. La necesidad de crear una ruta más corta y segura para transportar oro y mercancías desde el interior del país hacia el puerto fortificado de Cartagena, evitando los traicioneros brazos del delta del Magdalena, impulsó su construcción.
Fue una obra faraónica para su época, ejecutada con el sudor y la sangre de miles de esclavos africanos. Desde su inicio, el canal estuvo marcado por la dualidad de ser a la vez una hazaña de ingeniería y un instrumento de opresión y extracción.
A lo largo de los siglos, fue modificado y ampliado en múltiples ocasiones, siempre en busca de mejorar su capacidad navegable para servir a los intereses comerciales del momento, sin una consideración profunda por sus impactos ecológicos acumulativos.
Importancia ecológica y cultural: Un patrimonio vivo y vulnerable
A pesar de su origen artificial, antrópico, el Canal del Dique ha sido adoptado por la naturaleza, integrándose en un complejo sistema de humedales, ciénagas, bosques de manglar y planicies inundables que poseen un valor ecológico incalculable. Este sistema funciona como un proveedor vital de servicios ecosistémicos:
· Regulación hídrica: Actúa como un vasto amortiguador contra las inundaciones. Durante las temporadas de lluvias intensas, sus ciénagas y planicies absorben el exceso de caudal, protegiendo a las poblaciones ribereñas y a la misma ciudad de Cartagena de inundaciones catastróficas. En época de sequía, liberan lentamente el agua almacenada, mitigando la escasez.
· Soporte de biodiversidad: Es un corredor biológico crucial y un hábitat para un sinnúmero de especies. Manatíes del Caribe (Trichechus manatus), en peligro de extinción, encuentran refugio en sus aguas. Nutrias, babillas, iguanas y una avifauna espectacular, desde garzas y águilas pescadoras hasta migratorias, dependen de este ecosistema. Sus manglares son criaderos esenciales para peces, crustáceos y moluscos, sustentando la productividad pesquera de toda la región costera.
· Protección Costera: Los bosques de mangle sirven como barreras naturales contra la erosión costera y la fuerza destructiva de tormentas y huracanes, protegiendo la línea de costa y las comunidades humanas asentadas tras ellos.
Culturalmente, el Canal del Dique es el eje de un paisaje antrópico único. Las comunidades afrodescendientes, herederas directas de los esclavos que lo construyeron, han desarrollado una cultura profundamente ligada al agua. Su identidad, sus tradiciones, su economía y su cosmovisión giran en torno al Canal.
La pesca artesanal no es un simple medio de subsistencia; es un patrimonio cultural inmaterial, un saber ancestral transmitido de generación en generación que configura modos de vida, relaciones sociales y una gastronomía distintiva.
Expresiones musicales como la cumbia y los porros narran en sus ritmos la relación con el río, el canal y la ciénaga. El canal es, por tanto, un archivo vivo de la historia, la resistencia y la adaptación cultural del pueblo afrocaribeño.
Problemas sociales y económicos: La raíz humana de la crisis
La paradoja social del Canal del Dique es desgarradora: las comunidades que habitan uno de los entornos potencialmente más ricos en recursos padecen altísimos índices de pobreza multidimensional, aislamiento y precariedad. Esta contradicción es el resultado de dinámicas históricas de abandono estatal, exclusión social y un modelo de desarrollo impuesto que privilegia la extracción sobre la sostenibilidad.
La economía local es de subsistencia y baja productividad. Los pescadores artesanales compiten en desventaja con la pesca industrial y enfrentan la disminución acelerada de los recursos. Los agricultores carecen de acceso a tecnología, crédito y canales de comercialización eficientes. La ganadería extensiva se ha expandido, a menudo a través de acaparamiento de tierras, transformando ecosistemas vitales en potreros de baja productividad y contribuyendo a la deforestación y la compactación de suelos.
Uno de los problemas más críticos es la invasión de asentamientos humanos en las riberas y áreas de ronda hídrica. Este fenómeno, impulsado por el desplazamiento forzado, la pobreza urbana y la falta de planificación territorial, genera una presión demográfica insostenible. Estos asentamientos, en su mayoría informales, carecen de infraestructura básica de saneamiento. Las aguas residuales domésticas, los residuos sólidos y las aguas grises fluyen directamente al Canal, convirtiéndolo en un colector de contaminación a cielo abierto. Este hecho por sí solo es uno de los mayores contribuyentes a su degradación ambiental.
La sobreexplotación de recursos es una causa y una consecuencia de la pobreza. La pesca indiscriminada con artes no permitidas (como trasmallos y chinchorros de malla pequeña) y la captura de especies en épocas de veda responden a la necesidad inmediata de alimentar familias, pero hipotecan el futuro al impedir la recuperación de las poblaciones de peces. La tala del mangle para leña o carbón vegetal provee ingresos inmediatos, pero destruye el sustento a largo plazo al erosionar la costa y acabar con los criaderos de peces.
En este contexto de institucionalidad débil y oportunidades limitadas, las economías ilegales encuentran terreno fértil, perpetuando ciclos de violencia y desarticulando el tejido social tradicional. El problema del Canal del Dique, por tanto, no puede desvincularse de los grandes desafíos nacionales de inequidad, tenencia de la tierra y construcción de paz.
Conclusión
Así, el Canal del Dique se presenta como un sistema socioecológico al borde del colapso. Su degradación ambiental no es un fenómeno aislado, sino la manifestación física de un deterioro social profundo e histórico. La contaminación, la sedimentación y la pérdida de biodiversidad son síntomas de una enfermedad cuyas causas radican en el abandono, la pobreza y la falta de un modelo de desarrollo inclusivo y sostenible para las comunidades que lo habitan.
Entender esta interconexión es fundamental. Cualquier intento de restaurar el ecosistema que no aborde simultáneamente los problemas sociales y económicos de la población está condenado al fracaso. La crisis del canal es -en esencia – una crisis de gobernanza territorial. La resiliencia de las comunidades y el inmenso valor ecológico que aún persiste ofrecen un punto de partida para la esperanza, pero la urgencia de una intervención integral y radical nunca ha sido mayor.
El análisis de esta intervención, representada en el megaproyecto de la APP, constituye el núcleo del siguiente artículo.
* Gerente de Proyectos de Enterritorio SA y exgerente de Aguas de Bolívar SA-ESP; Ingeniero civil, especialista en Análisis y Gestión Ambiental, Gerencia Pública, Consultoría Ambiental y Gerencia de Proyectos de Construcción.
Las opiniones expresadas por el autor de esta columna no reflejan necesariamente las de la institución donde trabaja.
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