EL TERTULIADERO DE LOS 70’S
En homenaje a Luis Valdés
"Enseñar no es transferir conocimiento,
sino crear las posibilidades para su propia
producción o construcción".
Paulo Freire.
Transcurría los años 70 cuando por vecindad llegue al tertuliadero, era un espacio
pequeño, de puertas y techo de zinc, paredes de tablas y lleno zapatos viejos, algunos arreglados o restaurados, otros totalmente mohosos por el polvo o llenos de tierra producto a la vía destapada, y el largo tiempo que llevaban apilados debido al olvido de sus dueños que jamás volvieron por ellos, y tetado hasta decir no más de libros que muy hábil su dueño tenía seleccionados según sus áreas temáticas, escasamente existían en el lugar tres sillas en parapetadas, remendadas con alambre dulce y clavos de la época, unos bancos pequeños de madera llenos de pegante bóxer, por lo de aquello que en su etiqueta de presentación venía la imagen de un perro de esa raza, claro quiero confesar que nunca entendí que carajo tenía que ver la imagen con el pegante, y llenos de colores por el continuó manejo de tintes para calzados, materiales que se usaba para trabajar los utensilios de cueros que llevaran sus clientes.
Al interior del establecimiento encontrábamos a un señor de ascendencia Afro como se le suele llamar actualmente, pero en aquellos tiempos se tipificada como raza negra, que entre risas y conocimiento te atendía amablemente, pero tenía sus reglas y horas para la discusión de temas profundos, se hacía llamar Luis Valdés o como lo conocían el zapatero Valdés, hombre autodidacta, conocedor de la historia greco romana; las ciencias sociales y políticas; de la historia del arte y la humanidades en general. Valdés era una persona muy selectiva para abordar debates, mucho más, en aceptar jóvenes al interior de las tertulias, para llegar a tener su consentimiento y beneplácito, debíamos pasar por un proceso de aprendizaje de su arte u oficio, seguir al pie de la letra las siguientes recomendaciones: hacer silencio durante los debates y no transgredir el espacio mientras estaban presentes los invitados, pues en esos momentos mientras él trabajaba a ritmo lento, sus aprendices lo hacían en forma rápida para cumplir con los compromisos adquiridos con su clientela en la labor de zapatero con la que se ganaba la vida.
Nunca escuché o estuve presente en un diálogo sobre educación, lo que observé con admiración muchos años después era la claridad que tenía acerca de la enseñanza, sencillamente estaba adelantando para la época, no recuerdo que me hablara de Paulo Freire o de Montessori, pero su aplicación práctica en la zapatería Valdez cual laboratorio pedagógico de enseñanza para la vida, era empujar al ser humano a ser integral, era reafirmar los paradigmas griegos, sintonía que encontré cuando llegué a la universidad con lo expresado por Estanislao Zuleta en unos de sus artículos sobre educación; nos llevó a entender, y digo en plural, porque no fui el único que paso por este proceso, a los que tenían mi edad en esa época, pudimos experimentar que sólo cuando tuviéramos la mayoría de edad intelectual, podríamos entrar a tertuliar.
Por ese pequeño espacio, vi transitar muchas de las familias más encopetadas de la época, no simplemente como clientes, sino como contertulios, a maestros, profesionales de todo tipo, políticos, jóvenes inquietos, religiosos y periodistas; si mi memoria no me falla, observe la presencia del profesor Felix Viloria, los hermanos Prins, Luis Cepeda, Rafael Curé Arrieta, Marcelo Torres, Mario Matute, José Padaui, Hernando Padaui, Raimundo, Omel y Danoth Alvarado, los hermanos Pacheco, los Torres, Ever Comas Piñeres, Abel Ordosgoitia, los Posada, Calos Villarreal, los hermanos Baqueros, Eduardo Sauda Abet, entre otros muchos personajes de la ciudad de los ríos; pero sin duda su máxima labor sirvió para que un motón de muchachos no se quedaran sin hacer nada en nuestro pueblo, se los arranco al ocio, fue motivador tanto para quienes pertenecían a familias con recursos económicos para salir a estudiar a las capitales, como para los que no los tenían. Aquel lugar sirvió también de biblioteca pública, en esos momentos la ciudad de los muchos nombres no contaba con una. En el lugar se hacían presentes en las tardes los estudiantes de los últimos años del Liceo Vélez, aquellos en cuyas casas los padres no habían adquirido para sus bibliotecas las enciclopedias Salvat, Larousse u otros libros de investigación para realizar las tareas, ahí resolvían sus problemas extra curriculares, dando méritos a una frase célebre de corrillo de escuela "lo que no encuentras en la zapatería y no lo sabe Valdés, no lo encuentras en ninguna parte".
Iglesia San Pío X |
Para muchos la posición del zapatero era revolucionaria, nunca lo vi así, siempre le identifiqué como libre pensador, lugar en que no se le pudo situar por las posiciones políticas de la época; además de traer a cuestas el señalamiento ejercido por un Cura afrodescendiente que por aquellos días tenía a cargo la parroquia, con quien discrepaba por sus posturas conservadoras. El zapatero tenía buen humor, hacía bromas, recuerdo una ocasión cuando su hijo, quien tenía su mismo nombre, llegó de un pueblo para quedarse a vivir con él en pleno mundial, los jóvenes de la cuadra hacíamos campeonatos de bola de trapo en el atrio de la catedral; una mañana cuando nos disponíamos como equipo a salir para el encuentro, el zapatero Valdez salió a la puerta de su negocio y le gritó con tono fuerte y enérgico a su hijo -apache para donde vas-, y contesta su hijo -a jugar- y responde el padre -pues no y punto-. Un joven del equipo le dice,- oiga señor Lucho déjelo ir, puede ser que estemos perdiendo una estrella-, a lo que contesta el viejo con esa salida fuera de serie, -miren muchachos a la edad que tiene mi hijo, Pelé ya había ido a tres mundiales-; soltamos la carcajada los presentes y perdimos un jugador para el equipo.
Con su fallecimiento en los años 90 se perdió ese tertuliadero y con ello el negocio de la zapatería, Era un compromiso moral que rondaba mi cabeza para recordar parte de esta historia vivida en la calle Sanclemente de mi querida y natal Magangué.