NEFASTA RECOMENDACIÓN

Por Wilberto Peñarredonda 
Cronista, México DF

Efrén Méndez, el popular Perencho, recién venido de Venezuela donde laboró por más de dos años en una empresa llamada Maraven, decidió salir a buscar trabajo en su natal Magangué.
Luego de hacer averiguaciones y solicitudes por doquier, alguien le sugirió que hablara con el señor Pedro Gutiérrez Ordúz, prestante hombre de empresas y reconocido político a nivel departamental.
Vestido para la ocasión y luciendo una camisa de jersey floreada, un pantalón color habano en tela de gabardina, además de unas pesadas botas puntiagudas con tacón cubano y que jocosamente su amigo Rocha les llamaba las picahielos, se dirigió a la oficina del empresario.
Estando en las oficinas, donde amablemente fue recibido con café a bordo, Don Pedro lo remitió con una tarjeta de presentación estéticamente rotulada, a la Arrocera Cauca ubicada en el barrio Pastrana de esta localidad sur bolivarense.
Entusiasmado con su nueva chamba, de inmediato cogió el bus “La Medio Paso” que en esos instantes pasaba enfrente de las oficinas Gutiérrez & Cía. Ltda y se enrumbó al lugar indicado.
Al entrar a la Arrocera Cauca, previa identificación con el celador, preguntó por la persona a quien iba dirigida la misiva y éste le atendió
El conserje, algo huraño y esculcador, después de haber leído la nota le preguntó que si había ido preparado para comenzar de inmediato, a lo que Perencho replicó en forma positiva. En vista de la afirmativa repuesta, el conserje en tono airado le preguntó que si había llevado la chinga, puesto que la labor a iniciar consistía en trasladar una hilada de bultos de arroz en concha que estaban almacenados en la bodega, para pasarlos a los patios donde iban hacer recogidos más tarde por un cliente, y cuyo número superaba las 500 unidades.
El incauto Efrén en su afán de atesorar dinero para su sustento, le dijo “No le pare bolas, yo me arregazo el pantalón, me quito las botas y la camisa, y en menos de lo que usted se imagina le hago el trabajo”. Bajo esa premisa, arrancó llevando en cada viaje, dos pesados bultos. Al cabo de la hora, sus fuerzas declinaron y redujo la carga a tan sólo un bulto. Pasada dos horas de labores, ya el bulto que cargaba con ahínco en su hombro, era sujetado agónicamente por Efrén en su bajo vientre.
Al filo de las once y media de la mañana, demacrado por el cansancio y con los pies llenos de ampollas por causa del roce de la planta de los pies con la cascarilla de arroz, llegó su hermano Zenón con un portacomidas de peltre, de esos que vendían en el Almacén El Iris, donde le llevaba el almuerzo. Raudo y sin pensarlo dos veces, Perencho le dijo a su hermano: “Voltea el jopo y vámonos por donde viniste, que yo no doy más”
Cabe resaltar, que el dinero ganado en la media mañana de ese fatídico día, no le alcanzó para comprar su codiciada Fenilbutazona y otra serie de menjurjes, para aliviar el dolor lumbar